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Eclesiología en el Beato Pablo VI


Bautizado con el nombre temporal de Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini, El papa del Concilio Vaticano II, recibió la gracia de la ordenación Presbiteral de la Santa Madre Iglesia en el día 29 de mayo de 1920 por Giacinto Gaggia, consagrado Obispo el 12 de diciembre de 1954, por Eugène Tisserant, y obtuvo a proclamación cardenalicia el 15 de diciembre de 1958, por el papa Juan XXIII.


Su gran pontificado, “En Nomine Domini”[1] empieza el 21 de junio de 1963, y va hasta el 6 de agosto de 1978. Toma el nombre de Pablo para indicar su misión renovadora en todo el mundo de la difusión del mensaje de Cristo. Reabrió el Concilio Vaticano II, interrumpido por la muerte del entonces Vicario de Cristo Juan XXIII. Se hizo cargo de la labor, organización y compilación de los textos, y su posterior aplicación del concilio.


Además Pablo VI fue un gran devoto mariano, publicó dos encíclicas marianas, Mense Maio (1965) y Christi Matri (1966) y una exhortación apostólica sobre la virgen: Marialis cultus, 1974). Citando a las enseñanzas de Ambrosio de Milán, nombró a María como la Madre de la Iglesia durante el Concilio Vaticano II. Pablo VI buscó el diálogo con el mundo, abriendo las puertas de la Iglesia para el nuevo siglo. Incluso en el día 24 de diciembre de 1974 presidió la apertura de la Puerta santa de la Basílica de San Pedro, dando inicio al Jubileo de 1975, siendo seguido por aproximadamente mil millones de personas en todo el mundo.[2]



EN BUSCA DE SU ECLESIOLOGA


Es indudable la riqueza que el Beato Pablo VI, ha dejado a la humanidad y a la Iglesia no solo, por continuar con el Concilio Vaticano II, sino por su dedicación a los problemas actuales que la Iglesia presentaba en ese momento y vislumbraba en parte el futuro de la humanidad, en cuanto a las relaciones sociales, políticas, culturales, económicas y morales; no estuvo desentendido de la problemática de la sociedad, ejemplo de esto fue su expresión y deseo de paz durante la guerra de Vietnam, apoyado por unos y criticado por otros: “la voce della Chiesa si è fatta sentire salutarmente nella comunità umana per annunziare la vera giustizia e la vera pace”[3]. (La voz de la Iglesia se ha hecho sentir saludablemente en la comunidad humana pora anunciar la verdadera justicia y la verdadera paz). Expresando así, su deseo de promover la justicia y la paz, por medio de la luz y el fermento del Evangelio, en todos los campos de la existencia social, lo cual siempre ha sido un deseo y empeño de la Iglesia, en nombre del mandato que ha recibido del Señor, como se anuncia en: MOTU PROPRIO IUSTITIAM ET PACEM.


Pablo VI, en una de sus cartas encíclicas nos deja ver su eclesiología como se expresa en el siguiente párrafo:


PEDAGOGÍA DEL BAUTIZADO


13 b. Si logramos despertar en nosotros mismos y educar en los fieles, con profunda y vigilante pedagogía, este fortificante sentir de la Iglesia, muchas antinomias que hoy fatigan el pensamiento de los estudiosos de la eclesiología -cómo, por ejemplo, la Iglesia es visible y a la vez espiritual, cómo es libre y al mismo tiempo disciplinada, cómo es comunitaria y jerárquica, cómo siendo ya santa, siempre está en vías de santificación, cómo es contemplativa y activa, y así en otras cosas -serán prácticamente dominadas y resueltas en la experiencia, iluminada por la doctrina, de la realidad viviente de la Iglesia misma; pero sobre todo, de este sentir de la Iglesia se logrará un resultado, muy importante, el de una magnífica espiritualidad, alimentada por la piadosa lectura de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia, y con cuanto contribuye a suscitar en ella esa conciencia[4].

Es así que podemos identificar el deseo del papa por introducir a los fieles en el ejercicio de educarse en la fe, en el magisterio y la tradición de la Iglesia sin olvidar nunca la Sagrada Escritura. “La iglesia es una realidad impregnada de la presencia de Dios, permite nuevas exploraciones de sí misma y como misterio es inagotable.”[5]


Además Pablo VI, enfatiza que hay que ir más allá de las fronteras de las estructuras eclesiales, de hecho el papa finalizó el tercer período de sesiones el 21 de noviembre de 1964, con el pronunciamiento oficial de María como «madre de la Iglesia»[6].


También quiero resaltar las palabras del Papa Pablo VI, sobre la tendencia de la iglesia a su perfección real, estando en el mundo pero no como el mundo, teniendo como modelo a Cristo:


24…Si la Iglesia logra cada vez más clara conciencia de sí, y si ella trata de adaptarse a aquel mismo modelo que Cristo le propone, es necesario que la Iglesia se diferencie profundamente del ambiente humano en el que vive y al que tan cerca está[7].


Por último, y no menos importante, deseo citar una parte del texto de la Profesión de fe que Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968, al concluir el Año de la fe proclamado con motivo del XlX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma:


Creemos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, edificada por Jesucristo sobre la piedra, que es Pedro. Ella es el Cuerpo místico de Cristo, sociedad visible, equipada de órganos jerárquicos, y, a la vez, comunidad espiritual; Iglesia terrestre, Pueblo de Dios peregrinante aquí en la tierra e Iglesia enriquecida por bienes celestes, germen y comienzo del reino de Dios, por el que la obra y los sufrimientos de la redención se continúan a través de la historia humana, y que con todas las fuerzas anhela la consumación perfecta, que ha de ser conseguida después del fin de los tiempos en la gloria celeste. Durante el transcurso de los tiempos el Señor Jesús forma a su Iglesia por medio de los sacramentos, que manan de su plenitud. Porque la Iglesia hace por ellos que sus miembros participen del misterio de la muerte y la resurrección de Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo, que la vivifica y la mueve. Es, pues, santa, aunque abarque en su seno pecadores, porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida, se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo.


Con esta profesión de fe, terminó un breve recorrido por la eclesiológica de Pablo VI no en su totalidad, pero si tratando de resaltar puntos muy importantes de su eclesiología, un abre bocas, para los curiosos e interesados en conocer más de nuestro Papa Pablo VI, por consiguiente de nuestra Iglesia, como decía Pablo VI: “todo ha sido don, todo ha sido gracia”[8]. Cómo no hacer eco de esto si él, siempre dejo claro el amor por la Iglesia, por su Iglesia, por nuestra Iglesia, por la Iglesia de Cristo.




[1] http://e.eltiempo.com/media/produccion/dk7/papasdelos70/index.html


[2]www.vatican.va/holy_father/paul_vi/biography/documents/hf_p-vi_bio_20141015_biography_sp.html - 14k - 2014-10-15


[3] Carta Apostólica en forma MOTU PROPRIO IUSTITIAM ET PACEM


[4] Carta Encíclica del Papa Pablo VI «ECCLESIAM SUAM» (1964)


[5] Discurso inaugural de Papa Pablo VI, segunda etapa conciliar (1963)


[6] Del Discurso del Papa Pablo VI al Final De La Sesión del Concilio Vaticano II En El Que Se Proclama a María Madre de la Iglesia



[7] Carta Encíclica del Papa Pablo VI «ECCLESIAM SUAM» (1964)


[8]Del Pensamiento sobre la muerte Meditación de Pablo VI




 
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